V Jornada mundial de los pobres Hace cinco años el Papa Francisco instituyó la “Jornada Mundial de los pobres”, con el objetivo de recordar a la Iglesia y a la …
V Jornada mundial de los pobres
Hace cinco años el Papa Francisco instituyó la “Jornada Mundial de los pobres”, con el objetivo de recordar a la Iglesia y a la sociedad que los más pobres deben ocupar el centro de su atención y no pueden quedar al margen de la sociedad ni ser descartados como algo inútil. Me permito subrayar cinco ideas del mensaje que ha escrito con ocasión de esta Jornada.
1.- Los pobres no son los culpables de su condición. La pobreza no es tampoco fruto de la fatalidad, sino consecuencia del egoísmo. El estilo de vida individualista que mantenemos es cómplice en la generación de pobreza. Una economía subordinada al beneficio particular y regida por la rentabilidad y el rédito rápido genera pobreza. “Un mercado que ignora o selecciona los principios éticos crea condiciones inhumanas que se abaten sobre las personas que ya viven en condiciones precarias. Se asiste así a la creación de trampas siempre nuevas de indigencia y exclusión, producidas por actores económicos y financieros sin escrúpulos, carentes de sentido humanitario y de responsabilidad social”.
2.- No podemos acostumbrarnos a que haya pobres. El relativo bienestar del que gozan nuestras sociedades nos ha vuelto insensibles ante los pobres, que son tenidos como una carga. De hecho, hoy en día, en las zonas económicamente más desarrolladas del mundo, se está menos dispuestos que en el pasado a enfrentarse a la pobreza. El temor a perder lo conquistado genera miedos, angustia e incluso violencia. Es preciso aumentar nuestra sensibilidad, para comprender las necesidades de los pobres.
3.- Los pobres merecen no sólo asistencia social, sino toda nuestra atención. La respuesta a la pobreza no es sólo atender sus necesidades inmediatas, sino prestar atención a su persona, acoger sus aportaciones y buscar con ellos su bien. Los pobres son “hermanos y hermanas con los cuales compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, para devolverles la dignidad perdida y asegurarles la necesaria inclusión social”. El ideal cristiano no es la beneficiencia sino el compartir la vida con los pobres, como hizo el P. Damián de Molokai y muchos otros santos. Dar una limosna es algo ocasional que corre el riesgo de gratificar a quien la realiza y humillar a quien la recibe. En cambio, el compartir es duradero, refuerza la solidaridad y conduce a gastarse por los pobres.
Los pobres no pueden ser sólo los que reciben. Hay que contar con ellos y ponerlos en condiciones de poder dar, porque “ninguno es tan pobre que no pueda dar algo de sí mismo en la reciprocidad”. Escuchar la voz de los pobres no es sólo resolver sus necesidades, sino acoger sus propuestas, compartir sus sueños y recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.
4.- Es preciso abrir nuestros corazones para reconocer las múltiples formas de pobreza que hoy experimenta la humanidad. La pandemia vivida ha aumentado la pobreza. Los pobres han aumentado desproporcionadamente y, nos tememos que seguirán aumentando en los próximos meses. Algunos países, a causa de la pandemia, están sufriendo gravísimas consecuencias, de modo que las personas más vulnerables se ven privadas de los bienes de primera necesidad.
5.- Hemos de buscar caminos para que se superen las desigualdades sociales y se restablezca la dignidad humana. Es preciso poner en marcha procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos. No se puede hablar de los pobres en abstracto. Necesitamos un modelo social previsor, capaz de responder a las nuevas formas de pobreza. Otro reto es realizar una “planificación creativa”, que permita aumentar la libertad efectiva para poder realizar la existencia con las capacidades propias de cada persona. “Servir eficazmente a los pobres –dice el Papa- impulsa a la acción y permite encontrar los medios más adecuados para levantar y promover a esta parte de la humanidad, demasiadas veces anónima y sin voz, pero que tiene impresa en sí el rostro del Salvador que pide ayuda”.
Las propuestas de este Papa son claras y reclaman de nosotros cambios importantes. No se trata de aliviar nuestra conciencia dando una limosna, sino de poner en marcha procesos que permitan acabar con la indiferencia e injusticia con que tratamos a los pobres. La “Jornada mundial de los pobres” nos invita a detener el paso y pensar con seriedad en tantas personas que viven en la marginación y pobreza y a sentir que son hermanos nuestros, a los que no podemos dejar en la cuneta.
+ Francesc Conesa Ferrer, bisbe de Menorca